Escribí esto para Abril hace 4 años.
Es su nacimiento, es el nacimiento de Abril, mi tercera y última hija. Un parto tan lindo, tan intenso, natural, lleno de oxitocina, único porque desde que supe que estaba embarazada quise que fuera un momento íntimo, sin intervenciones, sin epidural, sin oxitocina sintética, sin monitoreos, sin lavados intestinales, sin rasurar, sin tener que estar tumbada obligada como una enferma, amarrada midiéndome no sé qué cada no sé cuánto tiempo.
Mi marido me apoyó, de hecho, me felicitó. Dejé claro en la clínica que sólo necesitaba la compañía de mi marido e hijos, no quería ojos ni manos extrañas que perturbaran mi calma. Pedí que sólo revisaran a mi hija e hicieran los chequeos de rutina después de nacer como YO lo había deseado y luego de tenerla largo rato entre mis brazos junto a mi marido. Mi médico y su equipo estuvieron de acuerdo en todo.
A pesar que mis otros dos partos también habían sido naturales, quería que éste fuera distinto.
Con Ignacio (en La Unión. Chile) me rasuraron y monitorearon, eso hacía que las contracciones fueran muy dolorosas. Me obligaban a estar acostada cuando mi cuerpo me pedía estar en otra posición, yo sabía que necesitaba estar cómoda para parir a mi hijo.
Con Mía (hace 2 años en Madrid) no hubo rasuración ni monitoreo, pero había médicos y enfermeras entrando a la habitación a cada momento para convencerme que lo mejor era poner epidural, y yo: "¡Que no! Déjenme en paz."
Mi marido me apoyó, de hecho, me felicitó. Dejé claro en la clínica que sólo necesitaba la compañía de mi marido e hijos, no quería ojos ni manos extrañas que perturbaran mi calma. Pedí que sólo revisaran a mi hija e hicieran los chequeos de rutina después de nacer como YO lo había deseado y luego de tenerla largo rato entre mis brazos junto a mi marido. Mi médico y su equipo estuvieron de acuerdo en todo.
A pesar que mis otros dos partos también habían sido naturales, quería que éste fuera distinto.
Con Ignacio (en La Unión. Chile) me rasuraron y monitorearon, eso hacía que las contracciones fueran muy dolorosas. Me obligaban a estar acostada cuando mi cuerpo me pedía estar en otra posición, yo sabía que necesitaba estar cómoda para parir a mi hijo.
Con Mía (hace 2 años en Madrid) no hubo rasuración ni monitoreo, pero había médicos y enfermeras entrando a la habitación a cada momento para convencerme que lo mejor era poner epidural, y yo: "¡Que no! Déjenme en paz."
A las 10 de la mañana del viernes 17 de febrero estaba regaloneando en la cama con Mía, mi hija de 2 años, cuando sentí la primera contracción. Una contracción suave, me puse tan feliz. Agarro mi celular y llamo a mi marido que estaba en el trabajo, le digo :"Amor, Abril quiere nacer, Pero quédate tranquilo, no hay apuro, las contracciones son muy suaves. Llega a la casa a la 1".
Ya tenía la experiencia de mis otros dos hijos, desde la primera contracción hasta tenerlos en mis brazos podían pasar horas, hasta catorce como con Ignacio.
Con mucha calma me levanté, fui a la pieza de mi hijo mayor, mi Ignacio de 17 años. Le dije: "Hijo, ya estamos listas, tu hermana va a nacer". Me abraza y me da un beso, me pregunta cómo me ayuda. Se pone nervioso. Lo calmo, le digo que todo está bien. Se ducha para estar listo. Pone música, sabe que amo la música, tanto como él (orgulloso le cuenta a todo el mundo que es algo que le heredemos con su padre y que siempre nos agradecerá haber escuchado música cada día de su vida en casa)...
La música me relaja, preparo todo para meterme a la ducha. Mientras mi hijo toma a su hermana Mía en brazos.
En la ducha las contracciones de nuevo, pero ahora son más profundas. Me lavo el pelo, me salgo rápido. Me visto y más contracciones.
Bajo a la cocina para darle comida a Mía, mientras le doy, más contracciones. Ignacio me dice que lo deje, que él terminará de hacerlo, pero antes llama a su papá: "Apúrate, papá, mi mamá no puede esperar más". Vi en los ojos de mi hijo lo que yo ya sabía... Abril venía ahora.
Camino por el living de mi casa mirando a mis hijos. Me siento, descanso, nos reímos porque cada vez que viene una contracción digo aaaaah y Mía repite conmigo aaaah. Mis hijos me toman las manos para acompañarme a caminar por la casa. Estamos los tres y todo está en calma, hay tanta paz, así lo soñé. Mis hijos acompañándome, llenándome de amor, llenándose ellos de amor, de vida, acompañando a la madre a parir a su hermana, a parir vida.
A las 12:35 llega mi marido, me abraza, está tan emocionado. Sé que mi hija quiere nacer, que ya está lista, creo que es mejor tenerla ahí, en mi casa, con los míos, con nuestro calor, pero el plan de parto desde un principio fue otro. No podemos correr riesgos, lo mejor es que haya un especialista presente por cualquier imprevisto.
Me despido de mis hijos, los beso, les digo cuánto los amo, Me subo al auto. MAL. Estoy apretada, ahora las contracciones son dolorosas, quiero caminar o estar de pie, siento es la mejor posición para recibir a mi hija.
No llevamos ni 2 minutos en la carretera camino a la clínica que está en Madrid (a 45 minutos). Me duele, grito, pateo, golpeo la ventana del auto. No quiero estar apretada en el auto. Estoy incómoda. No me gusta esta sensación de dolor, en casa todo estaba tan bien.
Sólo deseo que mi hija espere un poco para encontrar comodidad para recibirla. Para parirla como quería. Le pido a mi marido que se detenga, busco su mirada para que me ayude a calmarme, él me hace cariñito en el pelo y toma mi mano. Está tan tranquilo; va conduciendo muy rápido y ni mis gritos ni golpes lo sacan de su calma habitual, él es "operado de los nervios", como le digo, y eso me hace muy bien en estos momentos.
Decido cerrar los ojos y respirar. Respiro, siento las contracciones, duele menos. Respiro nuevamente, de nuevo siento mi cuerpo, ya no soy sólo cabeza, no controlo, no pienso, ahora siento a la hija que gesté 37 semanas y 2 días (mis tres hijos nacieron cuando ellos quisieron, cuando ellos estuvieron listos. Ignacio lo hizo con 40 semanas y Mía, al igual que Abril, lo hizo con 37 semanas, pero con 6 días).
Sigo respirando con los ojos cerrados, casi no duele, estoy conectada con mi hija. Siento todo. De eso se trata, de sentir. Estamos unidas, lo hemos estado todos estos meses. Esto es mío y de mi hija; de nadie más, no es de los médicos, enfermeras ni especialistas. Es mi cuerpo. Es mi hija. Me saco el cinturón de seguridad para estar más cómoda, estoy llena de confianza para parirla en el auto si así tiene que ser. Nada más soltar el cinturón se rompe la bolsa y sale la cabeza de mi hija.
Le digo a mi marido :"Vuelve a Torrelaguna, Abril nacerá ahora". Me bajo el pantalón para dejarla salir mientras mi marido cambia de dirección. Llegamos. Me bajo del auto con la ayuda de mi marido, que estacionó casi en la recepción del Centro de Salud, Centro de salud sin sala de parto, sin especialistas para el parto. Nada. Es sólo un centro con lo básico (como las postas de Chile) para un pueblo de la sierra de Madrid.
Al entrar al recinto sólo buscaba un lugar cómodo e intentaba sacarme la ropa para recibirla. Las secretarias y resto de personal que estaba en la entrada pedía mis datos, otra mujer mayor que estaba detrás del mostrador dijo: "Mamita (detesto cuando hablan así, detesto ese paternalismo que busca infantilizar mujeres), primero tienes que calmarte y sentarte a esperar para ser atendida, ya te traerán una silla de ruedas". La miré fijamente y le dije en un tono nada amigable "¡¡¡Tengo a mi guagua afuera!!! y tú hablando de sentarme a esperar silla de ruedas. ¿Me estái hueviando? Necesito un lugar para recibir a mi hija...¡¡AHORA!! ¡¡YA!!...". (Cada vez que recordamos este episodio con mi marido nos reímos. Fui un poquito amenzante).
No sé cómo, de dónde salieron, pero sin darme cuenta estaba rodeada de gente. Entre mi marido, un médico y 2 enfermeras me llevaron volando a una sala alejada de la entrada, todo esto en cosa de segundos.
Me sacan calzón, pantalón y botas, en ese orden y todo junto jajaja. OK. Estamos listas. Respiro con ganas y mi hija está ahí. A las 12: 45 en punto, nacía mi hija a la vida. Mi Abril amada y tan deseada.
Primer día de vida de Abril. |
Una hora después del alumbramiento los Servicios de Emergencia nos trasladaron en una ambulancia al hospital más cercano, mi marido iba en el auto siguiéndonos.
Yo hubiese preferido irme directo a mi casa, me sentía bien (de hecho, persona que me atendía se sorprendía de que estuviera "afebril") y mi hija no podía estar más maravillosa y sana. Rebosaba vida. Sólo necesitábamos privacidad. Tuve que pedir que dejaran de sacarnos fotos, hubo fotos en el centro asistencial, fuera y dentro de la ambulancia. Todas las personas que participaron de algún modo o estuvieron presente querían una foto con ella. Era primera vez que pasaba algo así en el pueblo y por eso trataban a Abril como una Rock Star y para el personal de la ambulancia que nos tocó, ídem.
Personal médico del Centro de Salud. |
Unidad de emergencia que nos llevó al hospital más cercano. |
Después de los exámenes y pruebas de rigor, pedimos con mi marido el alta voluntaria. A las 18:40 de ese mismo día nos fuimos en nuestro auto de vuelta a casa.
Así fue como nació mi hija, confiando en mi cuerpo, sabiendo que podía. Las mujeres podemos parir como queramos, siempre y cuando no hayan complicaciones y estemos sanas.
Le agradezco a mi marido e hijos por acompañarme a parir así, libre y como yo quise a mi Abril.
De forma natural, respetada y completamente consciente.
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