lunes, 29 de febrero de 2016

"El bosque de Karadima"

Y después de casi un año de su estreno, el sábado vimos con mi marido el "Bosque de Karadima".
Película de un cura pederasta al que llamaban "Santito", pero que no era más que un cura perverso, un lobo con piel de oveja. Un depredador que manejaba de manera fácil a sus presas porque conocía sus secretos, sus dolores y miedos. Bajo su vestido-sotana ocultaba el verdadero ser perverso y narcisista que era.
Muchos se preguntan ¿y por qué la víctima continúa en el circulo del abuso cuando crece y se convierte en un adulto? Porque ese adulto abusado, violado y humillado sigue siendo el niño pequeño cuyo cerebro quedó neurobiológicamente configurado por sus padres para ser presa fácil el resto de su vida de abusadores, a menos que pueda crear nuevos vínculos sanadores. Algo que ocurre en la película cuando aparece un testigo emocional y ofrece su genuina confianza, algo que fue crucial para develar su secreto y reparar el daño afectivo.
Cuidemos a nuestros hijos, no sólo hay curas perversos, la gran mayoría de las veces los agresores sexuales son familiares o personas de nuestro círculo más cercano. Tenemos que estar atentos a nuestros hijos, mirarlos, escucharlos, abrazarlos, acunarlos por las noches.
Un niño que crece carente de amor primario, que crece en una familia disfuncional, será un adulto sediento de amor, de abrazos, de besos, de mirada, de piel, y por tanto, estará a merced, preparado para convertirse en una presa fácil, en una cosa maleable, moldeable al antojo de los depredadores, otros sedientos de amor y de piel.






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