L. Gutman dice que el PUERPERIO (período entre el nacimiento del bebé y los dos primeros años) es el período de completa “fusión emocional” entre la madre y el bebé, es decir, con la sensación de la madre de vivir dentro de las percepciones y experiencias del bebé, sintiéndose “desdoblada física y emocionalmente”. Hay un “algo” que se quiebra, o que se “desestructura” , así se pasa de “ser uno a ser dos”.
Así me siento. Noto la "fusión emocional" con el cuerpo y mente de mi hija. Lo que siento, lo siente. Intuyo lo que le pasa.
El puerperio es una apertura del alma. Un abismo. Una iniciación. Es una oportunidad para re/narrar nuestra historia, gracias a que cada hij@ nos da pataditas justo ahí, donde nos duele. Esas pataditas nos recuerdan nuestra historia infantil, nuestros llantos de guagua, nuestros miedos, sensaciones de abandono, balanceos infantiles, cercanía de madre y padre (si es que hubo).
Cada ser humano tiene su personalísima historia y obstáculos a recorrer. El puerperio es un encuentro con dolores antiguos, pero que con coraje podrá guiarnos hacia el interior de esa mujer que sufre a través del niño que llora. Esto ocurre porque las mujeres no nos encontramos sólo con nuestro bebé al momento de parir, sino que al mismo tiempo nos encontramos con nuestra propia sombra (desconocida por definición), inabarcable e indefinible.
Así me siento. Noto la "fusión emocional" con el cuerpo y mente de mi hija. Lo que siento, lo siente. Intuyo lo que le pasa.
El puerperio es una apertura del alma. Un abismo. Una iniciación. Es una oportunidad para re/narrar nuestra historia, gracias a que cada hij@ nos da pataditas justo ahí, donde nos duele. Esas pataditas nos recuerdan nuestra historia infantil, nuestros llantos de guagua, nuestros miedos, sensaciones de abandono, balanceos infantiles, cercanía de madre y padre (si es que hubo).
Cada ser humano tiene su personalísima historia y obstáculos a recorrer. El puerperio es un encuentro con dolores antiguos, pero que con coraje podrá guiarnos hacia el interior de esa mujer que sufre a través del niño que llora. Esto ocurre porque las mujeres no nos encontramos sólo con nuestro bebé al momento de parir, sino que al mismo tiempo nos encontramos con nuestra propia sombra (desconocida por definición), inabarcable e indefinible.
Este es mi tercer puerperio, y lo noto más intenso que los anteriores, la fusión y conexión ha sido la misma con los 3, pero ahora me he encontrado con mis sombras de frente, mi mente salta del pasado al presente, se me vienen a la cabeza escenas que no recordaba. He descubierto el origen de algunas cicatrices ... y duelen.
Aparecen los recuerdos infantiles como un volcán en erupción. Me he sorprendido de noche, mientras todos duermen, pensando en cómo habrá sido mi vida a la edad de mi hija.
Mis sombras … ésas que tanto, tanto he odiado, que he querido alejar de mí y casi borré. Las he racionalizado, intelectualizado, escrito mil veces. Hablado hasta dormir. Esas sombras tristes, sombras de niña sola.
Pero ahora ya no siento miedo, soy tan feliz, mi pelo está más largo, brillo, me emociona el ver los hermosos, grandes y brillantes ojos de mi hija mientras toma pecho. Se ve tan feliz.
Ya no siento miedo, ¡claro! nadie golpea, nadie amenaza, nadie levanta la voz, nadie insulta.
Como ya no siento miedo, hasta cariño le he agarrado a mis sombras ... es que son mías, son mis sombras, mis sombritas.
Eso es porque estoy más grande. Me siento querida, recibo mucho cariño y paz; y el cariño para las mujeres que estamos atravesando un puerperio es cariño directo al corazón.
Estoy feliz y agradecida de la vida, cada día tengo más luces que sombras.
Ya no soy hija, ahora soy madre.
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