jueves, 1 de enero de 2015

Soy yegua, pero cuando me indigno soy mucho más yegua.

Soy yegua, pero cuando me indigno soy mucho más yegua.
Estos últimos meses disfruto mucho caminando por las calles de Londres. Es fascinante esta ciudad, con razón a mi hijo mayor le gusta tanto... Me encanta caminar al gimnasio, son 20 minutos de ida y 20 de regreso. Me relaja, me gusta mirar a la gente, me gusta el aire y disfrutar sólo de caminar después de hacer más de una hora de ejercicios. 
Pero hoy fue distinto, antes de poner un pie fuera del gimnasio se me apretó la guata, por primera vez en vez de relajarme me hiperactivé. Estaba parada en los ventanales de la entrada para ponerme la chaqueta cuando veo en la calle de enfrente a una mujer agarrar a su pequeño hijo del pelo, tirarle la cabeza hacia atrás y con la otra mano darle una, dos, tres bofetadas mientras lo gritoneaba ... Así, tal cual estaba, toda transpirada, medio pilucha con una camiseta despechugada crucé corriendo la calle y le dije " Para! Deja de golpear a tu hijo, no lo vuelvas a hacer. Las madres estamos para proteger a los hijos, la madre no puede ser quien lo dañe" " Y tú, pequeñito precioso, no dejes que te vuelva a golpear. No dejes que nadie lo haga. Cuéntale a algún adulto que tu madre te trata mal". "Cállate loca enferma", me dijo la mujer. "Qué sabes tú? Quién eres tú para meterte? Mejor vuelve a tu gimnasio y a tu vida perfecta"... Mi vida perfecta... Supiera que gracias a mi "vida perfecta" no puedo dejar de ver esos golpes e intentar pararlos.
Hemos perdido la sensibilidad, la loca soy yo por indignarme y no aceptar los malos tratos hacia los niños.
Sé que es muy difícil no zamarrear a un hijo, si nosotros mismos fuimos golpeados. Sé que la crianza de nuestros hijos se vuelve muy compleja y que para peor casi no hay tiempo y cuando lo hay, nosotros los adultos queremos "aprovechar de nuestro tiempo libre" para “carretear” , ir al cine, estar con los amigos … la infancia de nuestros hijos nos recuerda la propia infancia. Hay que ser valiente para detenerse, pararse y pensar/sentir en qué estamos. Hay que ser valiente para criar de manera respetuosa.
No me importa ser socialmente incorrecta, no me importa ser una yegua indignada, prefiero eso a mirar para el lado. Desde que soy muy pequeña recuerdo mirar entre rendijas. Después aprendí a leer entre líneas. Me cuesta mucho mirar literalmente. A veces me gustaría, sería más simple, no escribiría y no me metería en los mundos internos de las mujeres ... Pero luego, amo mi capacidad de ver y hacer lo que me hace feliz.
Pensaba no escribirlo, pero no me he podido sacar la cara del niño lleno de lágrimas mirando a su madre. Los golpes me dolieron tanto como a él ... No quiero más golpes a los niños.

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