domingo, 30 de abril de 2017

Usar la compasión para manipular a las mujeres es uno de los trucos más antiguos y más difíciles de detectar.

Las mujeres tenemos un problema muy grande con la generosidad y la compasión, la mayoría de las mujeres lo hemos vivido. Aunque la verdad yo lo tengo superado.

Nos han hecho creer que estamos obligadas a ser siempre las buenas, las que aguantan calladitas, las sacrificadas, las pacientes, así por ejemplo, muchas creen que sólo con su amor es suficiente. Como si con el amor de la mujer se pudiera cambiar al narciso que tienen al lado. Y si un buen día despiertan y se quejan, las malas son ellas. O sea, te putean, te putean y luego dicen que estás loca. Típico. La peor de las manipulaciones es la que te deja sin derecho a defenderte: "¡Uy, cómo te pones!. Estás loca!".

Perdonen, pero tenemos derecho a enfadarnos. La indignación es un buen recurso emocional, mucho mejor que la desesperanza. La indignación moviliza a buscar soluciones.

Está muy bien consolar a alguien al verlo sufrir, pero no hay que dejarse manipular por nadie: "sin ti me muero", "perdóname, nunca más te pego", "me mato si te vas", "Tuve un mal día y me desquité contigo". Eso es abuso.

Usar la compasión para manipular a las mujeres es uno de los trucos más antiguos y más difíciles de detectar (y esto se aplica a cualquier tipo de relación, no sólo para pareja). Ninguna mujer quiere ser la mala, de chiquititas nos han enseñado que las mujeres deben ser buenas, así que cuando alguien viene y te dice que debes entender a los demás porque si no lo haces es que no quieres su felicidad, te pones nerviosa y acatas calladita. Como si la felicidad de los demás fuera tu responsabilidad. "Esta por mamá, esta por papá" ¿Les suena?

La compasión, la generosidad y la empatía son de los comportamientos prosociales básicos para la supervivencia del grupo. Pero no todas las actitudes merecen compasión, generosidad ni empatía. El amor es muy importante en toda relación humana, siempre lo he defendido, pero guste o no, a veces con el amor no basta. Y no hay que olvidar que el respeto y el amor propio son esenciales.

Ojalá las mujeres fueran realmente conscientes de la cantidad de violencia que las rodea, de todo lo que sucede entre los muros que se supone deben protegerlas.
Ojalá las mujeres dejaran de tragarse tanta amargura, vergüenza y tristeza y la convirtieran en indignación para defenderse y dejar de empatizar con los pobrecitos acosadores/maltratadores que las responsabilizan por sus actos.

Basta de creer que las buenas mujeres deben proteger a los machos violentos.

Hay que proteger a los hijos, a las hermanas, a una misma, aunque a menudo la sociedad e incluso la misma familia, diga lo contrario.

La sociedad es machista con respecto al papel que juega la mujer en ella, una sociedad que justifica y culpa a las víctimas de ser copartícipes o provocar, es una sociedad enferma, disociada, inconsciente, incapaz de discernir entre lo patológico y lo saludable, entre la ética y la corrupción, entre el respeto y el abuso...






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