Por cierto, el 5 de septiembre no llegué a decirlo por aquí, porque hemos estado celebrando en la playa, pero oficialmente desde el día 5 tenemos una adolescente en casa.
Mi niña, la que me regaló el privilegio de su primera sonrisa. Aquella niña rulienta y dulce y juguetona, se convirtió en una adolescente extraordinaria de 13 años, que es la serenidad y tranquilidad en persona. Y es feliz. Muy feliz.
Felicidades, Mía. Y gracias. Por el regalo de tu risa.
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