viernes, 13 de mayo de 2016

Castigo físico. Un trauma para toda la vida.





Un reciente estudio publicado este mes en ‘Journal of Family Psychology’ revela algunas claves sobre los efectos psicológicos que tiene en nuestros hijos el castigar por medio de la agresión física, aunque como bien apuntan los especialistas, un golpe siempre va precedido de una cadena de insultos y amenazas. El macroestudio sobre el castigo físico, realizado por la Universidad de Austin, en Texas, y la Universidad de Michigan, recoge cinco décadas de investigación sobre la conducta y el castigo de 160.000 niños para concluir que los efectos del azote en la infancia tal vez frenen un comportamiento negativo de forma momentánea, pero provocan numerosos problemas en los menores: se vuelven más agresivos y antisociales, y puede producir problemas mentales y dificultades cognitivas.

Según datos de UNICEF, en 2014 el 80% de los padres de todo el mundo confesaba golpear a sus hijos para contrarrestar un mal comportamiento. Una cifra que los autores del estudio esperan que disminuya en la medida en que se conciencie a los padres sobre los daños de este tipo de disciplina corporal.

“Nuestro análisis se centra en lo que muchos americanos reconocerían como un mero cachete y no comportamientos potencialmente abusivos”, dice Elisabeth Gershoff, profesora asociada de desarrollo humano y ciencia familiar en la Universidad de Texas. Y añade que “descubrimos que los azotes estaban asociados con un resultado negativo no intencionado y no con una conformidad a medio o largo plazo, que es lo que los padres creen cuando disciplinan a sus hijos”.

Tanto Gershoff como Andrew Grogan-Kaylor, coautor del estudio y profesor asociado en la Universidad de Michigan, observaron que los pescozones estaban vinculados a 13 de los 17 resultados que examinaron y que en todos casos eran negativos. “Los azotes incrementan la probabilidad de que el niño sufra una gran variedad de trastornos y es lo opuesto a lo que los padres quieren conseguir con ello”, concluye Grogan-Kaylor, para quien los datos extraídos confirman que la diferencia entre un bofetón y el abuso físico es solamente de grado y tiene efectos parecidos en los menores.

Un trauma para toda la vida

Ambos científicos no se limitaron a estudiar a niños, sino también a adultos que habían sido castigados corporalmente en la infancia, pudiendo comprobar que muchos de ellos experimentaban comportamientos anti sociales y problemas mentales, además de aplicar similar disciplina a sus propios hijos.




Fuente: El Confidencial.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario