Endosarle los fracasos, los sueños, las expectativas propias a los hijos es abuso emocional. No se le puede pasar "la mochila" para que ellos se hagan cargo de lo que no fuimos.
Y especialmente en el caso de las hijas mujeres, el mejor regalo que una madre puede darle a su hija es sanarse y aceptarse como mujer.
A las más chiquititas, a las futuras mujeres, hay que enseñarles a quererse, a aceptarse tal cual son. Si la hija no tiene el pelo, los ojos, el peso, la estatura de la prima, de la vecina, de la compañera de colegio o lo que dice la "moda". ¿Qué importa?. Eso es perfecto, la hace única.
No intentemos cambiarlas, aceptemos su cuerpo y apariencia. Intentar cambiarlas sólo les enseña a no aceptarse, a no quererse, a no valorarse y que entiendan que no se les quiere por sí mismas.
Crecerán buscando la aceptación, el reconocimiento y la validación de los demás en lo externo. Más importante que enseñarles a peinarse y pintarse como "Barbie", o a cruzar las piernas "estilo princesita", o a seguir la compostura, es mejor educarlas en el auto respeto. El andar por la vida peleando contra el cuerpo, el no aceptarlo es muy violento, agresivo hacia nosotras mismas.
Cuidemos a las niñas, futuras mujeres, que el negocio de la moda y la publicidad puede llegar a arrastrar a extremos peligrosos a las mujeres que no tienen una dinámica familiar fuerte.
No sigamos repitiendo la historia, una historia de inseguridades, de falsas apariencias, de resentimiento por lo que no se fue. Y por último, si se quiere repetir, que sea consciente.
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