lunes, 13 de julio de 2015

Cuando el cuerpo duele muchísimo, pero los exámenes dicen que "NO HAY NADA". Las emociones reprimidas que el cuerpo no puede callar.

Duele el cuerpo entero. No hay medicina ni médico que calme tanto dolor. Se ha hecho "Doctor Shopping" durante años, pero los exámenes médicos son categóricos: no hay alteraciones orgánicas demostrables. La respuesta en todos lados es la misma: "No tienes nada", pero la incredulidad y sufrimiento permanecen. Son los llamados trastorno por conversión. El asunto es el mismo: el dolor que habla a través del cuerpo cuando las emociones son negadas y retenidas. 
¿Se carga por años con el peso de la vida de los demás, pero no se puede reclamar, porque "es lo que me tocó"?. Quizás duelen los hombros,  la espalda, la cabeza, los músculos, etc. ¿Se ha dejado de avanzar en la propia vida, postergándola porque "se lo debo a mi pareja", pero la culpa y el miedo impiden aceptarlo? Quizás duelen las rodillas y cuesta caminar. ¿Siempre se ha repetido que es una persona muy fuerte, que puede con todo y a quien no le entran balas? Quizás un día se levanta y duele todo el cuerpo, y ni siquiera se puede levantar de la cama.
La vieja cura está en la palabra, esto es, hacer consciente las emociones reprimidas, en un ambiente cálido y facilitador. En eso el viejo Freud tenía mucha razón. 
Volver atrás, recordar, llorar si es necesario es un buen remedio. Hablar, decir, contar, la PALABRA es la llave mágica para nosotros, los mamíferos humanos. Para ello es necesario comenzar a dejar de considerar los propios sentimientos y pensamientos como externos y ajenos, verbalizar nuestros sentimientos, nuestras emociones nos permite empezar a reapropiarnos de nuestra experiencia emocional, hacernos cargo, tomar contacto con lo genuino y auténtico de nuestra vivencia, por dolorosa que sea. 
Por nosotros, por los hijos, por las parejas nos debemos honestidad, soltar las viejas amarras, no más secretos de familia que guardar, no más momentos Kodak para mostrar la "linda vida que tenemos" y "lo felices que somos" para ocultar(NOS) nuestra realidad. Quizás nadie nos descubra, pero al estar solos, al mirarnos al espejo, nos vemos tal cual somos. Con nuestros miedos, fobias, los fuertes dolores en todo el cuerpo, con ése algo que aqueja y no deja dormir, la ansiedad generalizada que hace apretar los dientes y morder las uñas. Eso que somos es imposible de tapar. 
Es imprescindible conectarnos emocionalmente con nuestra historia, que es siempre actual y encarnada.
Debemos reconocer las heridas, los dolores y pedir ayuda. Hablar para re narrar la propia historia. Hablar para sanar.
Hablar con la verdad es el comienzo de la reparación. 

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