Hace un tiempo llegaste con tu historia oficial de una infancia feliz y una familia ideal, pero con horrorosas jaquecas. Hoy te fuiste con tu historia real, más alejada de lo ideal pero más cercana a la verdad: la de una familia menos maravillosamente feliz, la de una infancia de dulce y agraz, no tan color de rosa. Dejas aquí tus dolores de cabeza, poco a poco, los fuiste dejando, transformados en lágrimas y en palabras. Parece que había que llorarlos.
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