lunes, 4 de mayo de 2020

La importancia de no ejercer jamás la violencia sobre los niños para evitar adultos enfermos.


Hace un tiempo vimos el "Joker", película por la que Joaquin Phoenix ganó un Óscar el año pasado. Yo no soy experta en cine, pero creo que es súper merecido el premio. Phoenix logra exponer a la perfección las consecuencias que en la vida adulta tiene la violencia y el maltrato infantil. Muestra cómo crecer en una familia sin amor, con agresiones físicas y psicológicas o con ausencias irreparables, favorece la enfermedad mental y replicar la violencia en la adultez.

Hace tiempo que no escribo sobre este tema en mi muro, las tantas veces que lo hice no faltaban los comentarios diciendo que no es para tanto, "que a todos nos golpearon cuando niños y que gracias a eso salimos bien". Pero la verdad es que sí es para tanto. El sólo hecho de justificar el maltrato infantil demuestra que la violencia que se ejerce sobre los niños casi siempre es de manera inconsciente. Digo inconsciente porque casi todo el mundo acepta que golpear con una vara o cinturón es maltrato pero muy pocos reconocen que un bofetón lo es. O un tirón de pelo. De hecho, la frase “gracias a una bofetada a tiempo es que salí bien“, es un clásico.

Hoy en día es sabido que golpear a un niño es delito y se ha prohibido totalmente en los colegios y en los hogares por ley, es decir, si un profesor osara golpear a un alumno le puede caer una demanda (lo curioso es que ahí los padres saltan como leonas a defender a sus crías). Pero en los hogares lo siguen haciendo y no hay manera de controlarlo porque es lo normal, a casi todos nos han educado así: con bofetadas y castigos físicos.

Alguien podría decir que bajo este razonamiento todos seríamos violentos. Y no, afortunadamente no todas las personas que sufren violencia en la infancia serán violentos de adultos ya que hay muchas fórmulas en el camino para superar esos daños, en principio, irreparables. Irreparables, porque la violencia se hereda y lo que hay son distintos grados de violencia. A menos que esos traumas infantiles y dolores internos sean procesados con la ayuda de algún alma caritativa, algún testigo dispuesto a acompañar.

Es importante recordar que la violencia tiene muchas formas de manifestación, la agresión física no es la única que puede ser ejercida, también está la psicológica, igual de poderosa y dañina. Los insultos, repetirle a los hijos que son unos inútiles, que no sirven para nada, hacer referencias a su físico, a su manera de ser, ponerles etiquetas ofensivas, eso también genera adultos enfermos, con problemas que, tarde o temprano saldrán en forma de comportamientos agresivos contra los demás o contra sí mismos (baja autoestima, anorexias, bulimias, alcoholismo, crimen, drogadicción). Nada de esas actitudes contra los hijos queda impune, todo pasa factura. En unos grados diferentes pero la pasa.

Tenemos tan interiorizada la violencia que si no hay agresiones físicas de por medio, la mayoría de las veces pasa desapercibida. Es cierto que no es lo mismo un palmetazo en el culo que dar una paliza a patadas pero, porque sea menos doloroso, no deja de ser violencia. Tampoco es lo mismo robar un monedero que robar un banco pero ambas cosas son robos. Con o sin penas, pero éticamente reprobables.
 
Retomando, así como parece obvio que no todos los niños maltratados de adultos serán maltratadores o violentos, sí es una obviedad que todas las personas violentas han tenido episodios infantiles largos que tienen que ver con violencia.
Existe mucha evidencia, se han analizado las vidas de asesinos, terroristas, psicópatas, tiradores de colegios, tiranos y en todas, absolutamente en todas se encontró relaciones entre los traumas de su niñez y el devenir de sus vidas. Todos tienen en común una infancia llena de maltrato y abuso.
Es decir, la relación entre infancia maltratada y comportamientos agresivos en edad adulta es un hecho irrefutable.

Saber cómo y por qué adoptamos una conducta u otra tiene sus respuestas, como en todo, en la infancia.

Lo he visto infinidad de veces. La mayoría de los problemas de los niños, tanto en el hogar como en el colegio, no son problemas de los niños, son problemas que han creado los adultos: por incapacidad, por soberbia, por ignorancia elegida, por desidia, por maldad o por infravalorarlos.

Entonces, lo que debemos hacer es tomar conciencia de la importancia de no ejercer jamás la violencia sobre los niños para evitar adultos violentos, enfermos.


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