Sé que me veo horrible. Ojerosa. Cansada. Saliendo de un Apocalipsis zombie. Pero claramente en ese momento me importaba cero mi aspecto. Era la mujer más feliz del mundo porque mi tercera guagua ya estaba con nosotros, linda, sanita, maravillosa, a pesar de que casi nace arriba del auto.
Al igual que mis otros dos hijos, nació cuando quiso, cuando ella estuvo lista. A las 37 semanas con 6 días.
Cuando íbamos en la carretera, camino a la Clínica en Madrid, tenía contracciones cada vez más seguidas. Mi única forma de calmar el dolor era dando golpes en la ventana. Pobre Cristián, no sabía si la ventana resistiría mis embistes, pero no dijo nada en ese momento, ya después me contó que estaba asustado por si se rompía. Según yo, no era tan fuerte.
Es verdad eso que dicen que golpear cosas a veces hace bien. Desahoga y desestresa.
Pero ese día descubrí que era verdad lo que siempre intuí, que este hombre tiene alma de monje budista. Desde siempre le he dicho que es “operado de lo nervios”, algo que Mía heredó (a veces los envidio). Nunca pierde la calma ni las formas. En los peores momentos siempre se mantiene entero y da confianza.
Le agradezco mucho a mi amor su paciencia, siempre he pensado que la paciencia hacia quienes queremos es una forma suprema de amor.
Volviendo a las contracciones, sabía que faltaba poco para que Abril naciera. Cada vez eran más seguidas y sin esperarlo se rompió la bolsa y de forma inmediata mi hija sacó la cabeza (no llevábamos ni 2 minutos en la carretera desde que salimos de la casa).
Le dije a Cristián: “No sigamos, volvamos al pueblo. Vamos al Centro de Salud” (un servicio de atención básica, sin sala de partos. Donde sólo hay atención básica, como los SAPU en Chile). Bajarme del auto y caminar esos pocos metros hasta la recepción, hizo que Abril asomara un poco más. YA TENÍA TODA LA CABEZA AFUERA y algo más de su cuerpo. En cosa de segundos mi hija había nacido, no alcanzaron ni siquiera a ponerme en la camilla.
Después del alumbramiento nos estaban esperando los Servicios de Emergencia para trasladarnos al hospital más cercano de Madrid (del centro de salud llamaron a emergencias porque era la primera vez que ocurría algo así en el pueblo. Abril era como una Rock Star y todos querían una foto con ella).
Acá un par de fotos que sacó el equipo que la recibió y el de la ambulancia justo antes de irnos al Hospital Infanta Sofía. Lugar donde estuvimos sólo un par de horas porque mi hija y yo estábamos de maravilla, pero había que seguir el protocolo.
De mis tres partos, sin duda éste ha sido el más rápido y adrenalínico y, de verdad, que no lo cambiaría por nada (desde mi primera contracción a tener a mi hija en mis brazos sólo pasaron 2 horas). Mis otros dos partos también fueron naturales y sin anestesia, pero ni de cerca así de rápidos.
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