Si alguien sube una foto donde se ve bien, mal asunto porque no es tiempo para frivolizar ¡¿Hello!? Estamos en pandemia.
Si se comparte información del Coronavirus; mala cosa porque es contribuir al miedo.
Si no se comparte información del Coronavirus; insensible. Cómo no centrarse en cosas serias.
Si se aplaude a los trabajadores de la salud; desubicado porque así no se defienden sus derechos.
Si no se aplaude a los trabajadores de la salud; mal agradecido, ellos se arriesgan por todos nosotros.
Si se compra por internet; inconsciente, el trabajador se expone por tu culpa.
Si no se compra por internet; mala persona, alguien no tendrá trabajo.
Palos porque bogas, palos porque no bogas.
Quejas porque hay personas que cocinan y muestran sus platos todos los
días. Ironías porque los que subían fotos en restaurantes o gimnasios
ya no tienen vida, hasta eso he leído. Y así suma y sigue.
OK.
Puede que a veces sature ver tanta foto o información que a uno no le
interesa. Pero no será más fácil silenciar a esa persona o sacarla de la
lista de amigos que reírse o criticar cada posteo que hace.
Hoy
hay tanta gente sola en sus casas, algunos pasándolo realmente mal.
Alegrarse y celebrar que cada uno pase esta crisis cómo mejor pueda,
puede hacer una gran diferencia. No es fácil para algunos mostrar
tranquilidad o un poquito de felicidad porque simplemente no la hay. No
sabemos la realidad del otro. Quizás compartiendo, lo que sea, se siente
acompañado. Seamos amables, para todos esta es una situación nueva.
Preguntemos cómo están y censuremos menos.
PD: Subo esta foto,
primero: porque se me paró la raja y segundo: porque la subí hace unos
meses y la corté porque encontré que se veía mucho y hay unas personas
cercanas que me quieren mucho ( y yo a ellas), que son muy sensibles a
ver fotos mías de este tipo y les molesta.
Pero nop, ná que ver censurarse uno mismo. Así que aquí va completa como la tomó Cristián. Porque si no es con todo, pa’qué?
martes, 19 de mayo de 2020
martes, 12 de mayo de 2020
La maternidad debiera ser una cuestión de salud pública.
Vaya por delante que me encantan los chocolates, los regalos y en especial las tarjetas preciosas que me hicieron ayer mis hijas por el día de la madre.
En este día en el que todas las madres son la mejor madre del mundo, a mí me preocupa más el equilibrio emocional de las madres. Saber si realmente se sienten bien bajo toda esta presión de la madre perfecta. Donde la culpa hace que pongan buena cara cuando no saben cómo sostenerse.
Porque es de buena madre, de buena mujer aceptar estoica sin quejas lo que venga.
Yo he visto muchas mujeres dedicar su maternidad y matrimonio desde la sumisión.
La bondadosa, la buena madre y buena esposa que trabaja sin descanso, la que perdona y tolera todo con una sonrisa, es lo que venden como perfección en este día. Ecuación perversa ya que las deja siempre en el último lugar de los cuidados, porque a partir de ahí, cuesta mucho poner límites a otras personas, se relacionan desde el servilismo, olvidándose de su bienestar, de sus necesidades, de sus deseos. Lo hacen todo por y para otros y ellas desaparecen. Anulan sus necesidades.
Muchas madres se sienten malas madres porque piensan que “no hacen lo suficiente”.
Hay mujeres a las que les cuesta conectar con sus hijos. Se sienten tristes cuando "deberían" estar contentas. Otras no entienden por qué están tan cansadas, pero es que criar es mucho más sencillo cuando los cuidados se comparten con el padre o pareja, pero no sólo los de los hijos, también el hogar y sobre todo la carga mental.
Hay muchas dificultades para las madres, y éstas pueden ir desde la soledad en la crianza hasta trastornos mentales graves.
Por ejemplo, un estudio hecho en México demostró que el 56% de las madres sufre depresión postparto. De este tema ni se habla debido a la vergüenza. Muchas mujeres aquejadas por este trastorno se lo guardan, por lo que no pueden ser diagnosticadas y mucho menos tratadas.
Hace falta hablar de estos temas para que las mujeres que viven estas situaciones sepan que no están solas, que no están falladas y que se puede pedir ayuda.
El TOC (trastorno obsesivo compulsivo), depresión y ansiedad son trastornos más comunes de lo que se cree en la vida de las madres. También está la psicosis posparto, enfermedad poco frecuente pero muy grave. Sin tratamiento todos los trastornos mentales pueden volverse crónicos y ser causa de mucho sufrimiento para la madre y su familia.
Hace falta hablar de estos temas para que las mujeres que viven estas situaciones sepan que no están solas, que no están falladas y que se puede pedir ayuda.
El TOC (trastorno obsesivo compulsivo), depresión y ansiedad son trastornos más comunes de lo que se cree en la vida de las madres. También está la psicosis posparto, enfermedad poco frecuente pero muy grave. Sin tratamiento todos los trastornos mentales pueden volverse crónicos y ser causa de mucho sufrimiento para la madre y su familia.
Cualquier madre puede verse afectada, aunque hay factores que aumentan el riesgo de depresión. La falta de apoyo, la soledad y la precariedad son agravantes de una situación que no siempre tiene una causa única bien definida.
La maternidad debiera ser una cuestión de salud pública. No un día de celebración y seguir el resto del año sin prestarle atención a las verdaderas necesidades de las madres o comprender la real importancia de los primeros años de vida de los hijos. Por el bienestar mental de las madres y de sus hijos, es que se necesita primero cuidar a las madres.
Ojalá llegue el día en que todas las madres y esposas se den cuenta que tienen derecho a descansar, a hacer cosas que les gusten, a desconectar. No son malas madres por ello. Les han hecho creer que tienen la culpa hasta de lo malo que otros les hacen.
En la foto, con 6 meses, esperando a Abril. |
lunes, 4 de mayo de 2020
La importancia de no ejercer jamás la violencia sobre los niños para evitar adultos enfermos.
Hace un tiempo vimos el "Joker", película por la que Joaquin Phoenix ganó un Óscar el año pasado. Yo no soy experta en cine, pero creo que es súper merecido el premio. Phoenix logra exponer a la perfección las consecuencias que en la vida adulta tiene la violencia y el maltrato infantil. Muestra cómo crecer en una familia sin amor, con agresiones físicas y psicológicas o con ausencias irreparables, favorece la enfermedad mental y replicar la violencia en la adultez.
Hace tiempo que no escribo sobre este tema en mi muro, las tantas veces que lo hice no faltaban los comentarios diciendo que no es para tanto, "que a todos nos golpearon cuando niños y que gracias a eso salimos bien". Pero la verdad es que sí es para tanto. El sólo hecho de justificar el maltrato infantil demuestra que la violencia que se ejerce sobre los niños casi siempre es de manera inconsciente. Digo inconsciente porque casi todo el mundo acepta que golpear con una vara o cinturón es maltrato pero muy pocos reconocen que un bofetón lo es. O un tirón de pelo. De hecho, la frase “gracias a una bofetada a tiempo es que salí bien“, es un clásico.
Hoy en día es sabido que golpear a un niño es delito y se ha prohibido totalmente en los colegios y en los hogares por ley, es decir, si un profesor osara golpear a un alumno le puede caer una demanda (lo curioso es que ahí los padres saltan como leonas a defender a sus crías). Pero en los hogares lo siguen haciendo y no hay manera de controlarlo porque es lo normal, a casi todos nos han educado así: con bofetadas y castigos físicos.
Alguien podría decir que bajo este razonamiento todos seríamos violentos. Y no, afortunadamente no todas las personas que sufren violencia en la infancia serán violentos de adultos ya que hay muchas fórmulas en el camino para superar esos daños, en principio, irreparables. Irreparables, porque la violencia se hereda y lo que hay son distintos grados de violencia. A menos que esos traumas infantiles y dolores internos sean procesados con la ayuda de algún alma caritativa, algún testigo dispuesto a acompañar.
Es importante recordar que la violencia tiene muchas formas de manifestación, la agresión física no es la única que puede ser ejercida, también está la psicológica, igual de poderosa y dañina. Los insultos, repetirle a los hijos que son unos inútiles, que no sirven para nada, hacer referencias a su físico, a su manera de ser, ponerles etiquetas ofensivas, eso también genera adultos enfermos, con problemas que, tarde o temprano saldrán en forma de comportamientos agresivos contra los demás o contra sí mismos (baja autoestima, anorexias, bulimias, alcoholismo, crimen, drogadicción). Nada de esas actitudes contra los hijos queda impune, todo pasa factura. En unos grados diferentes pero la pasa.
Tenemos tan interiorizada la violencia que si no hay agresiones físicas de por medio, la mayoría de las veces pasa desapercibida. Es cierto que no es lo mismo un palmetazo en el culo que dar una paliza a patadas pero, porque sea menos doloroso, no deja de ser violencia. Tampoco es lo mismo robar un monedero que robar un banco pero ambas cosas son robos. Con o sin penas, pero éticamente reprobables.
Retomando, así como parece obvio que no todos los niños maltratados de adultos serán maltratadores o violentos, sí es una obviedad que todas las personas violentas han tenido episodios infantiles largos que tienen que ver con violencia.
Existe mucha evidencia, se han analizado las vidas de asesinos, terroristas, psicópatas, tiradores de colegios, tiranos y en todas, absolutamente en todas se encontró relaciones entre los traumas de su niñez y el devenir de sus vidas. Todos tienen en común una infancia llena de maltrato y abuso.
Es decir, la relación entre infancia maltratada y comportamientos agresivos en edad adulta es un hecho irrefutable.
Saber cómo y por qué adoptamos una conducta u otra tiene sus respuestas, como en todo, en la infancia.
Lo he visto infinidad de veces. La mayoría de los problemas de los niños, tanto en el hogar como en el colegio, no son problemas de los niños, son problemas que han creado los adultos: por incapacidad, por soberbia, por ignorancia elegida, por desidia, por maldad o por infravalorarlos.
Entonces, lo que debemos hacer es tomar conciencia de la importancia de no ejercer jamás la violencia sobre los niños para evitar adultos violentos, enfermos.
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