lunes, 12 de septiembre de 2016

Justificar los malos tratos a los hijos es la secuela que han dejado los golpes recibidos en la infancia.

Pegarle a las mujeres es delito. Pegarle a los ancianos, ¡Peor!. Pegarle a los animales es cosa seria. Saltan hasta los defensores de los piojos.
En cambio pegarle a los niños es EDUCAR.
¿Hasta cuándo se justifican? Si usted es una madre o un padre maltratador, asuma, haga algo, pida ayuda, cambie, siempre hay tiempo para hacerlo. Pero no justifique lo injustificable. Golpear a cualquiera es delito, es violencia, es maltrato. Golpear a un niño es un abuso de poder como cualquier otro, justificarlo es como decir que un hombre debe golpear a una mujer de vez en cuando "si ella se lo gana".
Los niños, como todas las personas, merecen respeto, más de sus padres, los obligados a protegerlos. Pegarle a los hijos es cobardía, ellos no pueden defenderse.
Qué triste leer que un hombre adulto "se emociona y se le aprieta la garganta" al ver que un padre abofetea a su hijo "para educarlo" porque "lo bueno se aprende en casa".
Qué pena por sus hijos y familia, ojalá que por justificar a sus padres, no se equivoque también con sus hijos. Ojalá no sea demasiado tarde, porque al defender el maltrato casi seguro "enseñará" de la manera en que a él le enseñaron. Que la violencia es el camino.
La gran mayoría de las personas que justifican el maltrato sufrieron abusos durante su infancia y, a veces inconscientemente, buscan excusas para autoconvencerse de que está bien pegar a los hijos.
Defender los malos tratos a los niños se considera un síntoma de la naturalización del maltrato en la infancia y las personas que lo padecen no logran verlo. Es la secuela de recibir malos tratos y abusos.
Decir "me pegaban cuando chico, pero me sirvió y estoy sanito" expresa la mayor de las contradicciones, puesto que no hay mayor trauma emocional posterior a ser víctima del maltrato que naturalizarlo, defenderlo y reproducirlo.
Este efecto postraumático se denomina “identificación con el agresor”, es la manera en que la víctima intenta sobrevivir afectivamente a la violencia poniéndose en el lugar del victimario. Entender que mis padres, a quienes he amado y quienes me han alimentado, dado casa, pero además de hacerme cariño, me han golpeado, deja mi cerebro "engañado", "atrapado". Luego, por lealtades heredadas por cultura, por religión, justifico los golpes que recibí, fue mi madre o padre a quien debo honrar quien me los dio. Entonces, de adulto creo y repito que estuvo bien. 
Sepan que UNICEF, Convención internacional de los derechos de los niños, dicen que no se humilla ni maltrata nunca a un niño. En Chile el 71% de los niños recibe algún tipo de maltrato.
Un horror porque nuestros hijos nos quieren tanto que deberíamos hacer más cosas para merecer su cariño.








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