Se han manoseado tanto los términos "depresión", "narcisista", "bipolar", "psicópata", que llegó un momento en que se banalizaron y perdieron su significado. Es cierto que usar conceptos técnicos de manera cotidiana ayuda a desestigmatizar algunos trastornos. Pero veo que cada vez más gente, desde la total ignorancia, los utiliza para atacar o desprestigiar a otros. Acabo de leer a una influencer que dice que la depresión es "pura paja mental" y que para ser feliz hay que comer sano, hacer ejercicio, meditar, DECIDIR ser feliz porque el poder está en la mente. Puro bla, bla, bla, típico postivismo pueril, basura que quiere obligar a estar bien, porque es lo que vende. Apariencias. Lo que los demás digan y crean es lo que importa.
¿Por qué empeñarse en quitar importancia a las molestias o sufrimientos de los demás? ¿Superioridad moral?
Con este tipo de mensajes engañosos lo único que se consigue es hundir más a las personas que padecen estas enfermedades. Se puede hacer mucho daño desde el supuesto amor. Las palabras pueden adornar y ocultar mensajes cargados de violencia. Siempre he dicho que esto es peor que la confrontación directa (con la que vas de frente y al menos te puedes defender), porque la falsedad de las palabras amables que esconden cuchillos te dejan en una posición de indefensión enorme.
Hay que cuidar la salud mental de verdad. Las cosas no se solucionan con salir a bailar, comer lechuga, pensar en otras cosas, hacer como que no existen o con mucha fuerza de voluntad. A veces no se puede nomás y hay que buscar ayuda.
He visto a mucha gente que transita por estados depresivos profundos, gente que no se permite estar enferma porque "la depresión es de los débiles", porque la gente fuerte "elige" ser feliz y no pierde el tiempo complicándose la vida con angustias y demases.
La gente con depresión (la que tiene depresión de verdad, no la que anda tristona o bajoneada) no puede evitar sentirse como se siente. Su cuerpo perdió la homeostasis y su química no funciona bien. Da lo mismo lo hermosa de su familia, el día bonito, lo terrible que pueda ser la vida de otros. La gente con depresión necesita ayuda.
Cuando se le dice a alguien que está deprimido, "¡ánimo! Mira a tu alrededor. Tienes todo lo que necesitas. Mira por la ventana el día hermoso", no se ayuda. Una persona con depresión no puede ver lo bueno en su vida, aunque sienta amor profundo por sus padres, hijos, pareja, amigos, la vista se nubla y no es un asunto de voluntad. Por ejemplo, hace un tiempo leí una entrevista de Cristián Sánchez (marido de Diana Bolocco), un hombre exitoso, se supone que con una vida realizada en todos los aspectos se quejaba justamente de eso: no era capaz de ser feliz. No podía y lo tenía todo, hasta se sentía culpable por ello. Así fue como pidió ayuda y descubrió que sufría de depresión. Julián Elfenbein, ídem.
Es por eso que banalizar la depresión a estos niveles es de una ignorancia tremenda cuando es en realidad una patología que necesita tratamiento.
Algo parecido pasa con las personas que van de consulta en consulta. Se acostumbran a ir a pocas sesiones esperando que de manera mágica puedan "controlar" lo que les pasa. Y de tanto andar por distintas consultas aprenden terminología técnica, leen libros de autoayuda, copian y pegan citas que encuentran en Facebook. Han pasado por sesiones con distintos profesionales de la psicología, psiquiatras y hasta con charlatanes. Son los que van y abandonan el proceso porque sienten cierta mejoría momentánea, pero ni de cerca la sostenabilidad que necesitan. Es que utilizar conceptos técnicos sin entenderlos no es avanzar. Incluso si aprendieran la teoría, no bastaría.
La terapia no es un proceso sencillo, es un proceso que toma tiempo, paciencia y constancia. Está lleno de crisis que permiten que poco a poco se vaya generando la capacidad de sentir, de comprender y de actuar. Cada proceso es único, tiene su propio ritmo. No se puede acelerar porque hay que tener en cuenta que el motivo que llevó a una persona a una consulta no se generó de la nada, ni esporádicamente. Necesitó tiempo, años, olvidos y mucha historia vivida para llegar hasta ahí. No somos robots, tenemos nuestra historia encima.