miércoles, 30 de diciembre de 2020

Ella es Abril, tiene cinco años y es lo más espontánea que hay.

 




Ella es Abril, tiene cinco años y es lo más espontánea que hay. Tremenda en todo sentido. Mandona. Intensa. Cuando se ríe lo hace a mandíbula batiente. Si algo no le parece correcto lo dice y no se calla nada. En todas partes es igual, sin filtro, en la casa, en el colegio, en la calle. Hace un rato veníamos camino a la casa cuando escuchamos a un niño gritar, estaba varios metros más adelante que nosotros con un grupo de adultos.
Los adultos, "muy simpáticos" ellos, esos típicos que creen que molestando y burlándose de los niños son tíos más "cool", tiraban al niño (de unos 5 años, como mi hija Abril) de brazos en brazos por los aires mientras el niño pedía a gritos casi llorando que lo dejaran en el suelo.
Abril apuró el paso, nosotros, mi marido e hijos, vimos desde atrás cómo se paró al lado del grupo de adultos (unos ocho o nueve, entre mujeres y hombres) y les preguntó que por qué hacían eso, que cómo no se daban cuenta que al niño no le gustaba. El hombre que tenía al pequeño en brazos al parecer no escuchó a Abril y le dijo al niño: "¡Eh, mira, una niña. Tú eres un niño y estás lloriqueando. La niña se reirá de ti!”.
Abril muy segura le respondió enseguida :" ¡NOOO! no me reiré." Y agregó: "Adultos, no sean malos con los niños. A los niños hay que cuidarlos y tratarlos bien".
Se les quedó una cara de sorpresa e incredulidad a todos los presente, imagino que no esperaban que una niña de sólo 5 años tuviera más criterio que ellos.
Nosotros no opinamos nada, sólo miramos y sonreímos.
La conocemos muy bien y sabemos que siempre salta al ver situaciones de este tipo, es la que interviene y pone la cara cuando cree que alguien lo está pasando mal. Lo hace en el parque, en el colegio, de hecho más de alguna vez ha hablado con los profesores cuando ha sentido que han sido injustos con algún compañero. “Todos nos equivocamos, incluso los adultos”, así se los dice.
Ella siempre habla con la verdad, es directa, sin miedo y nunca miente.

 


 

Niños maltratados = Psiques debilitadas = Daño emocional.





Irene es delgada y menuda, está cansada y lleva mucho rato llorando. Está tan agotada que no tiene ganas de comer. Juan la toma fuertemente de un brazo y la tira al suelo. Luego, la arrastra hasta el baño y la mete a la ducha y le deja caer el chorro de agua fría por aproximadamente un minuto.
Irene se calla (que no es lo mismo que calmarse), tiene miedo y mantiene ese llanto a saltos, pero muy en silencio. Finalmente, Irene se duerme agotada de tanto llorar. Estresada, angustiada, con desesperanza total.
Irene tiene 35 y Juan 40, son marido y mujer.
Esto que acabo de describir sería un abuso y un horror para casi todo el mundo, pero si Irene fuese una niña la práctica estaría absolutamente justificada. En ese caso la gran mayoría diría que se está “educando". Tiene que obedecer y saber quién manda. No le pasará nada por unos golpes y unas duchas frías, a todos nos pegaron y estamos súper bien. No hay que exagerar, dicen.
La crianza y la educación habitual es ya de por sí neurótica, carente, autoritaria y abusiva y si a eso le sumamos familias desestructuradas, ausentes, carentes de recursos intelectuales y/o emocionales, pues ya es el desastre.
Cultura de la dominación y de la represión, más flagrante aún frente a los niños, sobre quienes se vierte toda la mierda emocional, reproduciendo así el desamparo y la neurosis generación tras generación.
Familias y escuelas basadas en la represión, el abandono y el miedo.
Ahí está todo. O nada. Como prefieran.

Niños maltratados = Psiques debilitadas = Daño emocional.

 


 

Según los datos oficiales una de cada cuatro niñas sufrirá abuso sexual en la infancia

 

Según los datos oficiales una de cada cuatro niñas sufrirá abuso sexual en la infancia. ¡Y ojo! en la inmensa mayoría de los casos vendrán esos abusos por familiares o amigos. Es aterrador, lo sé, pero es importante saberlo. Por ejemplo, la alegría con la que algunos padres dejan a sus hijos pequeños a dormir en casa de amigos puede ser una imprudencia si no se toman las medidas adecuadas; la primera, saber qué padres son. Obviamente los pederastas no llevan un cartel en la cara y los padres no pueden adivinar quiénes son, por lo que es muy necesario hablar con nuestros hijos sobre su privacidad. Explicarles que sus partes íntimas nadie puede tocarlas.
Desde muy pequeños podemos enseñarles a conocer sus límites físicos y emocionales y que sientan que tienen derecho a defenderlos y a decir que no. Motivo suficiente para no obligar a los niños a dar besos a los adultos si no lo desean. Por ejemplo, ¿cómo se le explica a un niño qué es el consentimiento si lo fuerzan a saludar de besos en estas fechas o cada vez que ve a un adulto?
En mi caso, una norma que llevo a rajatabla con mis hijas y que usé con mi hijo mayor durante su infancia, es que no duermen en casa de nadie. Al pederasta no se le reconoce por la cara, ni por sus miradas ni por sus actos cotidianos y como no se puede detectar a simple vista quiénes son, yo como madre tomo mis precauciones. Que soy una exagerada. Quizás, puede ser, pero no me perdonaría en la vida que una de mis hijas fuese abusada por alguien a quien yo le he facilitado de alguna manera dicho abuso por desconocimiento. Las protejo de esa manera, al menos mientras sean pequeñas. Además, ya están aprendiendo defensa personal. Nunca estará de más.
Como cada vez es más frecuente ver noticias sobre abusos infantiles por parte de adultos, y más en niñas que en niños, lo digo siempre: nunca dejen a sus hijos con adultos solos, a menos que los conozcan muy bien y confíen en ellos plenamente.
Los pederastas casi siempre están en el entorno cercano, pueden ser abuelos, padrastros, tíos, vecinos, amigos de la familia, profesores, curas o entrenadores, y a veces, sólo a veces, desconocidos.
Podría ser cualquier adulto que por alguna circunstancia se las arregla para quedar a solas (a veces incluso sin quererlo, con nuestro consentimiento).
Los hay en todas las profesiones y cargos. Son cientos de miles, no son cuatro pelagatos. Y la mayoría de las veces no se sabe quiénes son hasta que ya es tarde.
A lo largo de los años han llegado a mí innumerables historias de víctimas de abuso sexual infantil. Adultos que de niños fueron abusados por algún familiar o persona muy cercana.
Historias terribles, niñas abusadas desde muy pequeñas por tíos, hermanos, abuelos borrachos que se metían en sus camas de noche.
Niña violada desde los 8 años de manera sostenida que a los 13 parió una hija enferma, hija con daños neurológicos tan graves que nunca podrá caminar ni hablar. Y no siendo suficiente con todo este horror es obligada por sus propios padres a irse a vivir con su violador (hermano de la madre) y dos años después tiene otro hijo.
Madres que me han contactado desesperadas porque descubren señales de que sus pequeños han sido abusados por alguien cercano. Lamentablemente el abuso sexual infantil es mucho más frecuente de lo que creemos y no discrimina clases sociales ni religiones (peligrosísima mezcla esta última).
Y se esconde muy bien tras el silencio, la culpa, los secretos, las mentiras, la negación, la vergüenza y la enferma lealtad familiar.

 


Ojo con las peleas que se orquestan justo para las fechas importantes



¿Cómo van esas reconciliaciones de fin de año? Ojo con las peleas que se orquestan justo para aniversarios, cumpleaños, días especiales. Típico que para las fechas importantes los narcisos manipuladores se enojan. Así se van y vuelven cuando quieren. Les gusta pelear, sabotear las relaciones y se inventan cualquier excusa para hacerlo.
Son relaciones abusivas. Personas tóxicas que dañan a quienes los quieren porque cuando alguien de verdad quiere, lo demuestra con hechos.
No sólo es importante alejarse y poner límites a la gente tóxica, también es necesario analizar las “inmunodeficiencias” emocionales de quienes no logran detectar o defenderse de las conductas manipuladoras.

Pd: en la foto tomando sol de invierno. Aunque 26 grados no es tan invierno, no? 


Los que no se la pongan la vacuna contra el coronavirus deberían estar vetados en determinados sitios



Las previsiones en Alemania dicen que el 50% de la población no se quiere poner la vacuna del coronavirus. Y por lo visto en muchos otros países el tema anda igual o incluso peor.
Si no se la va a poner la mayoría de la gente no vamos a estar protegidos. ¿Les suena la inmunidad de rebaño? Pues eso. Las vacunas tienen mayor eficacia cuanta mayor población se vacune. Por ejemplo, ha habido enfermedades en niños que ya estaban erradicadas y que, gracias a los anti vacunas, han vuelto. De todas maneras, el que no se quiera vacunar allá él, esto no va a ser como el sarampión que se aprovechan de la inmunidad de grupo.
Ahora se niegan a ponerse esta vacuna, pero hubo un momento en que se pegaban por ponerle a los hijos la del rotavirus.
Tanto miedo y seguro que se meten dos paquetes de cigarros en el cuerpo al día. Bueno, yo sé de varios que sí.
Tener miedo está bien, pero esta vacuna la han probado en muchas más personas que cualquier otra. Ha sido todo el proceso mucho más rápido porque se han aprovechado 200 años de estudios de inmunología y vacunas, todo el desarrollo de los últimos años de técnicas de Biología Molecular, se han agilizado los trámites, se han solapado fases, se empezaron a producir antes de saber siquiera si servirían. Se ha invertido mucho dinero y mucho trabajo de mucha gente y lo más importante, como es una pandemia, lógicamente hay mucha gente contagiándose, lo que detuvo el planeta. Con la gripe o con cualquier otro virus jamás se ha confinado a la población entera ni se ha cerrado la economía.

Al final cada cual hará lo que quiera, no estoy a favor de que sea obligatorio vacunarse. Pero los que no se la pongan deberían estar vetados en determinados sitios igual que se hace con el certificado de vacunación de los niños en los colegios, que los que no lo están, sencillamente no son admitidos. Así de simple.


 

 

 

La gente con depresión no puede evitar sentirse como se siente.

 Se han manoseado tanto los términos "depresión", "narcisista", "bipolar", "psicópata", que llegó un momento en que se banalizaron y perdieron su significado. Es cierto que usar conceptos técnicos de manera cotidiana ayuda a desestigmatizar algunos trastornos. Pero veo que cada vez más gente, desde la total ignorancia, los utiliza para atacar o desprestigiar a otros. Acabo de leer a una influencer que dice que la depresión es "pura paja mental" y que para ser feliz hay que comer sano, hacer ejercicio, meditar, DECIDIR ser feliz porque el poder está en la mente. Puro bla, bla, bla, típico postivismo pueril, basura que quiere obligar a estar bien, porque es lo que vende. Apariencias. Lo que los demás digan y crean es lo que importa.
¿Por qué empeñarse en quitar importancia a las molestias o sufrimientos de los demás? ¿Superioridad moral?
Con este tipo de mensajes engañosos lo único que se consigue es hundir más a las personas que padecen estas enfermedades. Se puede hacer mucho daño desde el supuesto amor. Las palabras pueden adornar y ocultar mensajes cargados de violencia. Siempre he dicho que esto es peor que la confrontación directa (con la que vas de frente y al menos te puedes defender), porque la falsedad de las palabras amables que esconden cuchillos te dejan en una posición de indefensión enorme.
Hay que cuidar la salud mental de verdad. Las cosas no se solucionan con salir a bailar, comer lechuga, pensar en otras cosas, hacer como que no existen o con mucha fuerza de voluntad. A veces no se puede nomás y hay que buscar ayuda.
He visto a mucha gente que transita por estados depresivos profundos, gente que no se permite estar enferma porque "la depresión es de los débiles", porque la gente fuerte "elige" ser feliz y no pierde el tiempo complicándose la vida con angustias y demases.
La gente con depresión (la que tiene depresión de verdad, no la que anda tristona o bajoneada) no puede evitar sentirse como se siente. Su cuerpo perdió la homeostasis y su química no funciona bien. Da lo mismo lo hermosa de su familia, el día bonito, lo terrible que pueda ser la vida de otros. La gente con depresión necesita ayuda.
Cuando se le dice a alguien que está deprimido, "¡ánimo! Mira a tu alrededor. Tienes todo lo que necesitas. Mira por la ventana el día hermoso", no se ayuda. Una persona con depresión no puede ver lo bueno en su vida, aunque sienta amor profundo por sus padres, hijos, pareja, amigos, la vista se nubla y no es un asunto de voluntad. Por ejemplo, hace un tiempo leí una entrevista de Cristián Sánchez (marido de Diana Bolocco), un hombre exitoso, se supone que con una vida realizada en todos los aspectos se quejaba justamente de eso: no era capaz de ser feliz. No podía y lo tenía todo, hasta se sentía culpable por ello. Así fue como pidió ayuda y descubrió que sufría de depresión. Julián Elfenbein, ídem.
Es por eso que banalizar la depresión a estos niveles es de una ignorancia tremenda cuando es en realidad una patología que necesita tratamiento.
Algo parecido pasa con las personas que van de consulta en consulta. Se acostumbran a ir a pocas sesiones esperando que de manera mágica puedan "controlar" lo que les pasa. Y de tanto andar por distintas consultas aprenden terminología técnica, leen libros de autoayuda, copian y pegan citas que encuentran en Facebook. Han pasado por sesiones con distintos profesionales de la psicología, psiquiatras y hasta con charlatanes. Son los que van y abandonan el proceso porque sienten cierta mejoría momentánea, pero ni de cerca la sostenabilidad que necesitan. Es que utilizar conceptos técnicos sin entenderlos no es avanzar. Incluso si aprendieran la teoría, no bastaría.
La terapia no es un proceso sencillo, es un proceso que toma tiempo, paciencia y constancia. Está lleno de crisis que permiten que poco a poco se vaya generando la capacidad de sentir, de comprender y de actuar. Cada proceso es único, tiene su propio ritmo. No se puede acelerar porque hay que tener en cuenta que el motivo que llevó a una persona a una consulta no se generó de la nada, ni esporádicamente. Necesitó tiempo, años, olvidos y mucha historia vivida para llegar hasta ahí. No somos robots, tenemos nuestra historia encima.