Hace dos años camino al colegio mis hijas quedaron enamoradas de un jardín precioso, lleno de flores, colores y remolinos girando. Un hombre amoroso que estaba regando las plantas las invitó a pasar, les dijo los nombres de cada flor y las dejó regarlas. Ellas, que no tienen nada de tímidas, le preguntaron si podían ir a visitarlo de nuevo y si él quería ser su "grandpa" (abuelo).
Estaba muy emocionado y a la vez sorprendido. Me preguntó por sus abuelos y abuelas, le dije que vivían muy lejos y que nunca los habían visto. Las abrazó y desde ese día fue su grandpa.
Cada vez que pasábamos por la casa de su abuelo, él salía con una tremenda sonrisa a saludarlas y les tenía alguna sorpresa: caramelos, chocolates, flores nuevas y la última vez un remolino de colores con una libélula en el centro para cada una.
Casi siempre estaba en el jardín, si no era jardineando estaba haciendo Tai chi (yo lo encontraba igual al Sr Miyagi).
El viernes pasado murió. Mis hijas ayer fueron a despedirse, les dejamos tres flores, una flor por cada una de nosotras. Se me cayeron unas lagrimitas al abrazar a sus familiares. Abril al vernos tan tristes nos dijo muy segura que no nos preocupáramos que su abuelo no estaba muerto y decidida fue a buscarlo, primero al jardín y luego por la casa. La viuda e hija no pudieron contener la emoción por la inocencia de una niña tan pequeña y agradecieron sus buenos sentimientos. Luego hablé con Abril y a pesar de tener sólo 4 años entendió que ya no volvería. Pero que al día siguiente nos despediríamos de él.
No le tengo miedo a la muerte, sé que en cualquier minuto viene y nos lleva. Está esperando ansiosa en la otra esquina. No importa si eres una enamorada de 17 años que está deseosa por vivir o un hombre joven y fuerte con miles de proyectos por delante.
Nos queda vivir con generosidad, cariño, ética, humildad, amor y honestidad. No para entrar al paraíso y evitar el infierno y sus penas. Como cuando niña recuerdo una nana decir que "en el infierno sientes como te sacan los dientes con un destornillador mientras te van quemando de a poco", decía que eso estaba escrito en la Biblia y que por eso había que ser buena niña. Ahora me da risa, pero de niña le creí.
Soltando los prejuicios podemos vivir más livianos. Vivir el aquí y el ahora.
Cuando decides empezar de cero a reconstruir tu entramado social y empiezas a escoger personas por cómo son y no por algún tipo de obligación, te das cuenta que se trata de conectar. De elegir personas que quieran a tus hijos, que se alegren por ti al verte feliz en vez de juzgar el por qué.
El "grandpa" de mis hijas fue un hombre generoso y tierno, les dio cariño, contó historias y regaló lindos recuerdos sólo por el placer de dar. Fue quien les proveyó esa imagen imborrable del abuelo querendón que yo también tuve en mi infancia y que tampoco fue un familiar consanguíneo, mi querido Tata.
Estoy completamente segura que ese hombre sin compartir genética con mis hijas quedó registrado para bien en el corazón y cerebro de ellas para siempre.