domingo, 13 de noviembre de 2016

El perdón por obligación.

Hay gente que está bastante confundida con respecto al perdón. Creen que todos están obligados a perdonar y si no lo haces eres mala persona, odioso, amargado y tu vida es un infierno. Es tanta su osadía que incluso recomiendan, vía redes sociales, perdonar sin importar lo que hayas vivido para que "por fin seas feliz". ¿Y de dónde sacan que para ser feliz hay que perdonar y dejar entrar en tu vida a personas que NO merecen estar en ella? Si se vive feliz, sin ira ni rencor, alejado de personas tóxicas, no hay que permitir que nadie venga con discursos sobre "las buenas" y "las malas personas". Y lo más importante, para poder perdonar, lo primero es ganarse ese perdón.
Hay que tener cuidado con esos gurús que dan consejos basados en experiencias personales o de corte religioso. Por ejemplo una historia terrible y real: -"Tienes que perdonar a tus padres para vivir en paz". -"¿Pero cómo si mi papá me violó durante años y mi madre lo sabía?. Me decía que era mi culpa a pesar de que yo era una niña." Historias terribles de este tipo existen, y muchas. Padres maltratadores, madres que usan a sus hijos para conseguir dinero, padres que abandonan hijas y después de 38 años quieren que les manden plata. Hay que ser muy care´raja, cansa que te crean cajero automático por vivir en Europa.
Perdonar es un proceso donde es necesario elaborar antes el conflicto. Ojalá fuera tan fácil como girar una perilla y seguir adelante. No, dando la espalda a las emociones no se arregla nada. Los portazos emocionales generan más angustia, se guarda la rabia y crece el resentimiento. Claro que perdonar es bueno siempre que se desee perdonar y que la otra persona merezca el perdón. Si no, no es sano. Hacerse el tonto no es la solución, "el borrón y cuenta nueva", "el pasado pisado" ,"hay que dar vuelta la página" sin elaborar lo que ocurrió es engañarse, pero hay que saber que el inconsciente no se engaña y, tarde o temprano el trauma aparecerá nuevamente.
El verdadero perdón no es por obligación, no es sano si sientes que te estás traicionando. Comienzas a reprimir y esa represión acumulada se vuelve contra uno mismo creando malestares de todo tipo, los somáticos los más comunes.
Es liberador y sano no permitir abusos y poner límites. Si logramos comprender que estamos en todo nuestro derecho a poner distancia entre esas personas y nosotros no sentiremos odio ni deseos de venganza. De hecho, quizás sintamos compasión por esa persona que después de abandonar familia e hijas sin remordimientos, lleve una vida tan miserable que quiera hacernos cargo de su desdicha.






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