domingo, 4 de octubre de 2020

El concepto de autoestima está viciado

Se habla mucho de la AUTOESTIMA. De cómo debemos querernos incondicionalmente. Pero, ¿cómo hacerlo si el concepto mismo de autoestima está viciado? Nos han enseñado que la autoestima es algo que tenemos que ganarnos a través de éxitos, de méritos, logros, o sea, a base de no equivocarnos. A base de tener una imagen física determinada, una situación familiar, económica y profesional determinada. Todos condicionamientos sociales externos.

Es decir, un montón de exigencias que no siempre se pueden cumplir. Son condiciones que al igual que nuestras vidas oscilan o se van transformando a lo largo del tiempo.


Entonces, lo que casi todo el mundo conoce como autoestima, se ha construido socialmente y se ha transmitido en base a eso. Desde muy pequeños a los niños se les va transmitiendo esta idea en las familias, en las escuelas, desde la sociedad en general.


Se interioriza el criterio: merecer o no merecer valorarse o quererse en función de los resultados. Si los resultados son buenos, entonces, puedo permitirme estimarme; pero si los resultados no son tan buenos (al compararme con los demás), entonces, me desprecio.


Esto está muy asociado a la educación en base a premios y castigos; que no es más que conductismo puro y duro (ya lo he dicho antes: Pavlov y sus perros son el ejemplo más claro). Como esta idea de autoestima está tan interiorizada, hay un montón de personas que no logran entender por qué se sienten inseguras, insatisfechas y con falta de amor propio si cumplen con los estándares de éxito que la sociedad impone. Hay quienes dicen que han trabajado muchísimo para superar una autoestima dañada, han ido por años a distintas terapias de todo tipo, pero luego siempre vuelven al punto de partida: a esa autoestima frágil, al reproche, a la crítica, al desprecio. Pero es que aceptarse y quererse no es intentar alcanzar ese concepto de autoestima o "amor propio" que la sociedad impone. Aunque se tenga mucho dinero, el éxito en la vida no se refleja en los gastos que se muestran. Intentar mostrar una "vida lujosa" no es signo de valía.


Creer que los gastos o los productos de "lujo" definen a las personas, la profesionalidad y el conocimiento, no hace más que preguntarse qué valores se tienen.


Ahora bien, hay un hecho que está bastante estudiado, y no lo digo yo, lo dice la ciencia. Los seres humanos necesitamos a otros seres humanos para poder desarrollar el amor propio y el amor por los demás. Es decir, para poder amarte, antes alguien debió amarte. Necesitamos mirada, necesitamos amor, necesitamos sostén, necesitamos espejo. Especialmente cuando somos niños, pero es algo que seguiremos necesitando toda la vida.


La soledad y el miedo son heridas primales devastadoras.


No basta con repetir el eslogan de la autosuficiencia: "ámate tú primero y chao con todos", como si con sólo alejarse de los tóxicos se solucionara todo. Si fuera tan fácil, bastaría con decir: desde ahora me quiero y de manera automática se aceptaría el cuerpo que se ha odiado siempre, por ejemplo.
Pero no, eso no es así, porque la autosuficiencia no es quedarse solo y no necesitar a nadie. Aceptarse, conocerse, quererse y tener una autoestima equilibrada es algo más complejo. Transitar por la vida buscando pertenencia, aceptación y cariño es parte de ser persona.


Por eso nos duele el abandono y nos desgarra el desamor.


Pero hay esperanza, si no fuimos lo suficientemente amados cuando niños, si no hubo alguien que nos aceptara y diera la seguridad para aceptarnos tal cual éramos, crecemos con esa herida abierta y no aprendemos a querernos ni a aceptarnos. De eso se trata la autoestima. pero al crecer podemos elegir rodearnos de gente que nos quiera y respete por lo que somos.


Existe la posibilidad de reparar los vínculos y no necesariamente quedarnos solos. Sin embargo, entender esto, también va de la mano de hacernos responsables de lo que provocamos con nuestra presencia o nuestra desaparición en la vida de los que nos hemos topado. Responsabilidad afectiva, se llama, y quienes somos padres debemos aceptar la gran responsabilidad que conlleva.